lunes, 26 de marzo de 2007

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Cassiel da media vuelta e intenta enfocar su visión en aquella figura medio cubierta por la neblina y una oscuridad que aún se niega a desaparecer. Camina hacia él tranquilamente. Sus pasos son el único sonido que puede escuchar en el callejón, fuertes, con la seguridad del que se sabe bienvenido en cualquier lugar. Cuando por fin están frente a frente Cassiel logra observar su rostro con nitidez. No ha cambiado ni siquiera un poco. Sigue siendo igual que la primera vez que lo vió en los bosques de Gishmara, cuando todavía era un niño. La misma nariz recta y afilada, los labios demasiado delgados al punto de casi desaparecer, los huesos salidos, los ojos color púrpura bajo las cejas levantadas. Era el personaje principal de sus pesadillas.

-Te has convertido en hombre-Le dijo sonriendo, dejando entrever una fila de dientes brillantes algo chuecos.-El niño sacerdote es ahora pirata, que gran cambio!

El olor a hojas secas quemadas mareaba a Cassiel.

-A cuántos me has enviado con esa espada?-Continuó el demonio mientras señalada hacia la funda de cuero negro que colgaba de su cintura.

-No los suficientes. Mi plazo no ha concluido.

-Eso lo sé.

Una liguera llovizna se abrió paso en el cielo. El demonio alzó la cara para dejar que unas cuantas gotas se deslizaran por sus mejillas.

-A qué has venido entonces?

-Necesito de tu ayuda.

Cassiel se rascaba la barba. Era lo único que podía delatar su nerviosismo. Por lo demás, permanecía de pie con estoicismo absoluto.

-Desde cuándo me vienes siguiendo?

-Mi querido Cassiel, yo te sigo siempre. No soy más que la sombra de todos los míos.

-Entonces debes saber que mi barco y mi tripulación corren peligro. Debo llegar antes que...

-Si te refieres a Amir, en éstos momentos está bastante ocupado con un obsequio de mi parte. No suelo encargarme personalmente de las criaturas pequeñas pero no quiero que nos interrumpan.

-Entonces habla de una vez.- dijo Cassiel haciendo a la vez una reverencia irónica.

-Primero vamos a tu barco.

Cassiel no podía confiar en el demonio pero no tenía otra alternativa más que obedecer. Su último encuentro había tenido consecuencias catastróficas que habían cambiado por completo su vida alejándolo de su familia para hundirlo en aquella desgracia que significaba para un sacerdote gishna vivir entre la riqueza y poder que se le otorgaba repleto con manchas de sangre.

El sol ya estaba sobre ellos para cuando divisaron el barco.