viernes, 6 de abril de 2007

3


Cassiel no pudo ocultar su sorpresa al ver a varios de sus hombres subir en fila al barco llevando pesadas cargas sobre las espaldas. Se acercó a Elías, el más fiel de los que se encontraban a su servicio y a quién usualmente dejaba al mando durante su ausencia. Le preguntó qué estaba sucediendo.

-Son todas las provisiones que usted encargó para el viaje.

-El viaje...

Hasta ese momento recién entendió que el demonio había tomado el mando. Guiaba a su tripulación diciéndoles dónde debían colocar cada cosa, preguntaba por algunas otras y sus hombres obedecían rápidamente sin siquiera preguntarse quién era el recién llegado y por qué actuaba como el capitán. Corrían por cubierta, subiendo y bajando al desván con costales repletos. Se apresuraban en regresar al pueblo en busca de lo olvidado. Cassiel se acercó al demonio, estrátegicamente situado en la proa, y puso su mano sobre su hombro.

-Ahora vas a hablarme del viaje.

-Está bien.

-Elías, da el alcance a los que van de vuelta al pueblo. Díles que traigan un barril de cerveza.

-Mejor que sean siete, Elías.-corrigió el demonio.

-A la orden!-Gritó el marinero elevando un brazo hacia su frente en gesto de saludo mientras abandonaba la nave.

-Entremos, vamos a discutir esto alrededor de una buena mesa.

-Supongo que eso también lo tienes preparado.

-Porsupuesto.

Cassiel y el demonio entraron al comedor principal. En todo el tiempo que Cassiel había dirigido aquélla embarcación nunca había presenciado mejor banquete sobre la mesa como el que ahora se presentaba frente a él y eso que había dado comidas nada despreciables durante los últimos diez años. Pavos horneados decorados con trufas, galletas orientales de todos los sabores y frutas que ni sabía que existían descansaban sobre platos de porcelana a la luz de siete velas arómaticas.

-Toma asiento.

Cassiel se sentó. El demonio dió un par de palmadas e hizo lo mismo. Por la vieja puerta de madera que daba a la cocina apareció Zico, el más alto y grotesco de sus hombres, vistiendo un mandil. Zico sirvió los alimentos y llenó las copas con un vino rojo. Después desapareció por la puerta de nuevo.

-Disculparás, mi querido Cassiel, que haya tenido el atrevimiento de tomar control tanto de tu barco como de la mente de tus servidores pero me he visto obligado a hacerlo.

-Se ve que lo disfrutas.-Cassiel vació su copa hasta la mitad con un sorbo.

-No voy a negarlo. Los placeres terrestres ejercen sobre mí una atracción enorme. Pero estoy seguro que tú también disfrutarás mi estancia. Este viaje será para ti como unas vacaciones. No tendrás que preocuparte por ningun asalto, ni por el tiempo...-El demonio colocó uno de sus dedos sobre la superficie de su copa y comenzó a darle vueltas alrededor generando un sonido suave-Tendrás la mesa siempre llena...

-...y la incertidumbre de no saber el destino que has elegido.

-No, no. Claro que te lo diré, mi querido Cassiel. Serás mi compañero durante el recorrido. Es preciso que lo sepas.

-Y bien?

-Vamos de regreso a Gishmara, tu tierra natal. Vas a recuperar a mi hija para mí.

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