martes, 10 de abril de 2007

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Elías regresó aquella tarde con siete barriles de cerveza, ocho costales de semillas diversas y una historia fabulosa que recorría todo el pueblo a través de las bocas de sus habitantes: Amir y sus hombres habían muerto.

Lo que había despertado el interés de todos no eran tanto las muertes ( que podrían cosiderarse trágicas pero en un puerto como el de Príncipe Negro la muerte era cosa de cada día) sino la situación extraña en la que éstas habían acontecido.

-"Al parecer, Amir y sus hombres andaban en busca de nuestro barco cargando unas antorchas..."- Elías narraba los hechos moviendo ambas manos.

-"Querían acabar con nosotros"-gritó Juliun para después soltar una estruendosa carcajada.

-"No me interrumpas!"-continuó Elías-"La mayoría se asustó al verlos cruzar la plaza principal y se escondieron en sus casas cerrando puertas y ventanas. Sólo un grupo de niños que jugaba en la zona y un anciano vagabundo que fingía dormir observaron todo..."

El resto de la tripulación que no había acompañado a Elías al pueblo prestaba atención con sumo interés a cada una de sus palabras. Ninguno le quitaba los ojos de encima ni para pestañear.

-"Inició de una forma bastante estúpida, a decir verdad. Yam Yam, aquella criatura rechoncha que seguía a Amir a todas partes como un perro comenzó a quejarse que algo le caminaba por la espalda causándole una picazón insoportable. Los testigos aseguran no haber visto nada moverse por la desnuda espalda de Yam Yam pero aún así, no habían dado ni tres pasos cuando lanzó de alaridos al mismo tiempo que intentaba alcanzar la zona del escozor con el brazo que tenía libre".

El demonio observaba a los piratas ensimismados con la historia. Una ligera sonrisa adornó su rostro, dandóle una luminosidad especial.

-"Luego fue el turno de Urdum, luego Jonás, Alkar...Fueron cayendo uno a uno hasta que finalmente le tocó a Amir. Con una mano se rascaban, con la otra sostenían firmemente las antorchas. Algunos más inteligentes se rascaban unos a otros pero mientras más intentaban aliviarse peor se ponía el asunto hasta que Yam Yam, al parecer víctima de una locura inexplicable se prendió fuego en la espalda y comenzó a estrellarse con el resto de sus compañeros una y otra vez. Todos fueron tropezando y cayendo al suelo, soltaron las antorchas...Aquello fue un infierno. Cuando la gente salió de sus casas no encontraron más que una masa extraña y deforme sobre la acera. Una mancha oscura."

Ninguno podía entender cómo aquellos hombres a los que se habían enfrentado innumerables veces y habían dado prueba de mente fría y habilidad para esquivar la muerte pudiesen terminar sus días de forma tan absurda. Se miraban, intentaban abrir la boca para decir algo pero no sabían qué. Nadie podía entender.

Sólo Cassiel no se mostraba sorprendido. Otros asuntos parecían ocupar su cabeza. Pensamientos confusos que ni el cielo y el agua del paisaje parecían calmar. Volvería a ver a su padre y a Viktor. Se atormentaba preguntándose lo que le dirían cuándo los tuviese frente a él. Aún deshaciéndose de su espada y sus ropas reconocerían su oficio de los últimos años, lo verían en sus ojos, en su piel. Cada una de sus cicatrices revelaba su nueva raza. Una que sobrevivía en el lugar más oscuro, al fondo del averno.

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