jueves, 12 de abril de 2007

Simpatía por el diablo

Es de noche. El demonio permanece en la superficie, recostado sobre una banca. Escucha las risas que llegan desde el comedor. Los hombres de Cassiel están bebiendo. Se levanta con cuidado y se acerca a la balaustrada que lo separa del océano. Al fondo, unos peces muy brillantes se mueven en pequeños círculos. El puerto se ve cada vez más lejano.
El demonio apoya todo el cuerpo sobre la balaustrada. Se siente cansado, su debilidad está ganando terreno pero hasta ahora sólo él parece notarlo. Mira el cielo abierto, enorme, repleto de estrellas. Siente dolor en el pecho.Pronto pasará. Baja la cabeza. A pocos metros está Cassiel escribiendo unas notas mientras deja que su cigarrillo lo rodee de humo mentolado. No nota su presencia, o tal vez lo ha hecho pero prefiere fingir lo contrario para disfrutar del silencio.
"Es un hombre extraño Cassiel" piensa el demonio."Le he dado todo lo que de niño soñaba. Si no hubiese sido por mí jamás habría conocido el mundo. Parecía tan interesado en ver lugares distintos, gente nueva. Trece años después todo parece molestarle excepto su soledad".
Se quitó la capa con mucho cuidado y la colocó en el suelo. Estiró las alas y de un salto se arrojó al mar. El agua entró por sus orejas, por su nariz, por su boca. Los peces dorados huyeron despavoridos. Permaneció inmóvil durante un largo rato.
Bastante lejos aún, en las tierras de Gishmara, una jovencita soñaba con su imagen envuelta por las olas.

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